Alberto Menéndez, el último de los muchachos del feeling
Hace varias semanas falleció en Miami Alberto Menéndez, el último sobreviviente del grupo originario de aquellos muchachos que, a golpe de guitarra, voces y originalidad cambiaron el modo de comunicar sentimientos a través de la música. Desde su Camagüey natal muy temprano supo y reconoció que la superación personal era la única alternativa liberadora. Su historia es singular y, sin duda alguna, deja una huella destacable en la música y el cine en Cuba: Loquibambia Swing, el feeling, la Mil Diez, el circuito CMQ, los inicios de la televisión, el ICAIC… su vida versátil transcurrió en todos estos ámbitos.
Loquibambia Swing
Alberto fue guitarrista, con una muy discreta y esporádica presencia como compositor, pero quizás, lo más relevante en su historia fue formar parte de ese núcleo germinador de los llamados muchachos del feeling, que tuvo uno de sus antecedentes en el grupo Loquibambia Swing, creado por José Antonio Méndez, y del que Alberto fue miembro fundador. Dirigido por José Antonio, Loquibambia estuvo formado en sus inicios por Alberto en la guitarra segunda, Frank Emilio Flynn (piano), Oscar Kiko González (contrabajo), Leonel Bravet (voz solista), Eligio Valera (voz), y una muchacha de poco más de 15 años que respondía –entonces- al nombre de Omara Brown y que era, claro que sí, Omara Portuondo. Debutaron en la única emisora que podía acogerlos, músicos emergentes como eran: la Mil Diez, donde el locutor Manolo Ortega bautizó con aquel apellido anglosajón a la muchachita de apenas quince años que intentaba emular con Sarah Vaughan, Maxine Sullivan o Ella Fitzgerald. Vaya, sí, para mayor autenticidad de aquel grupo que, a su manera, hacía covers de temas populares norteamericanos.
Única foto encontrada de Loquimbabia Swing en su formación original. Diario «Mañana». 29 de novienbre de 1948.(Archivo de la autora).
En entrevista que le realizara en 2015 el investigador y coleccionista colombiano Jaime Jaramillo, Alberto afirma que Loquibambia Swing comenzó cerca de 1944 como un trío (José Antonio Méndez, Leonel Bravet y él) y cuenta que llegaron a presentarse en el teatro Campoamor, alternando con Olga Guillot y con Benny Moré y también en el teatro América en una actividad del Partido Socialista Popular. Ahí en ese acto, conocen a Frank Emilio Flynn, de quien se hacen amigos y les recomienda para mejorar la parte vocal convertir el trío en un cuarteto, y es cuando José Antonio recuerda que conoce a Omara, le hablan y ella se incorpora. En la evolución de Loquibambia Swing, Alberto Menéndez señala la salida de José Antonio Méndez cuando marcha por primera vez a México y la de Frank Emilio, por quien entra como pianista Roberto Lauzán “Robertico El Clásico”, pero ya para entonces Loquibambia había dejado de ser cuarteto y era todo un grupo.
La importancia de Loquibambia Swing estriba, quizás, en haber sido uno de los primeros cuartetos vocales con acompañamiento instrumental, que abordaba con una mirada cubana, el repertorio norteamericano. Y también, haber sido la génesis de individualidades que hoy son grandes de nuestra música.
Los muchachos del feeling. La música en él
Alberto Menéndez conoció de mis menciones a su trabajo musical en este blog y se interesó por contactarme, auxiliado por algunos amigos músicos que le admiraban y le ayudaron en la comunicación a través de las redes digitales: quería que supiera que había leído. De ese modo pude llegar a entrevistarlo, cuando contaba cerca de 91 años y su memoria fallaba por momentos, acentuando el recuerdo cuando de su amable pasado cultural se trataba. Así me contó que, en realidad, él conocía a José Antonio Méndez y a Leonel Bravet de mucho antes, desde que con una guitarrita en ristre desandando las calles polvorientas de la barriada de Los Pinos, decidieron formar el trío Xochimilco.
Y que siguieron juntos en Loquimbambia Swing. Y siguieron juntos yendo a bailar swing, …«que el grupo aquel no bailaba música cubana entonces, sino música americana! Éramos muchos: Luis Yáñez, Jorge Mazón, una muchacha llamada Caridad Morales que era tremenda bailadora, igual que otra famosa, Catalina, y Fellove, que estaba loco con el bebop y se pasaba el día haciendo scat con ritmo cubano”. Y siguieron juntos en las descargas que se organizaban en diferentes casas de ellos mismos, a donde llegaban a veces sin quitarse la ropa de trabajo, dejando el cansancio en la puerta de entrada, pero siempre con las ganas de desgranar la última canción que compusieron, o aquélla que habían descubierto en las guitarras y voces de otros de los suyos. “Pero para mí todo eso era para divertirnos, nunca tuve conciencia de que estábamos haciendo algo importante”-razonó décadas después.
Cuando Alberto llega al grupo ya se había hecho técnico de radio, después de pasar muchísimo trabajo y vivir, como me contó, en todos los barrios de La Habana, desahucio tras deshaucio cuando su familia decidió emigrar desde el central Cunagua en Camagüey, a La Habana. Durante la entrevista, su memoria dañada le trae de vuelta una y otra vez la imagen de su padre comprando por cinco pesos de la época una casa de trapos y cartones a un costado del castillo de Atarés, para que la familia pudiera malvivir sin que la desahuciaran. Entonces los hijos no exigían nada a los padres y sabían que tenían que buscar el modo de ayudar a la economía doméstica: apenas salía de la niñez cuando vio a un vecino que arreglaba radios. Era algo novedoso para él, pues la radio llevaba muy poco tiempo de instaurada en Cuba, pero aquello despertó su iniciativa y decidió pedirle a aquel señor –que era primo de Rita Montaner- que le enseñara a arreglar radios.
Del mismo modo comenzó en la música: decide por sí mismo aprender guitarra, cuando ve a sus primas debutar en La Corte Suprema del Arte como dúo Las Perlas Negras. Llegó también a tocar tres, hasta que pudo tomar clases de piano, lo que hizo durante 4 años, hasta que prefirió dedicarse después a enseñar lo rudimentario a sus hijos Albertico y las jimaguas, para que ellos salieran adelante. Me contó que ya muy tardíamente, por los años sesenta, hizo estudios de armonía, también de manera autodidacta, aunque pudo perfeccionarlos gracias a las clases recibidas de pianista Jorge Aragón Sr. En paralelo, Alberto llevaba su trabajo como técnico.
Alberto Menéndez (Foto tomada de su perfil de Facebook)
La historia de este cubano en la música es un poco la de muchos que no creyeron en un movimiento emergente, no supieron valorar el momento, o no apostaron por un crecimiento profesional. Lo que hace singular la historia de Alberto Menéndez es aquello que la mayoría oculta, no reconoce o sencillamente, opta por demeritar por el hecho de haberlo perdido por imprevisión. Me impresionó su enorme sinceridad, cuando me dijo algo que pocos, en situaciones parecidas, aceptan reconocer: “Yo cometí un grave error, que quizás le ocurrió también a los que ya tenían una posición como yo, como profesional: pensé que los compositores no sabían hacer otra cosa y en la composición trataban de encontrar un medio de vida. Consideraba que José Antonio, Luis Yáñez, todos aquellos muchachos, buscaban algo que yo no necesitaba, pues yo ya era técnico de radio por la National School americana y me ganaba la vida con ello. Veía todo aquello, en lo personal, como un entretenimiento. Y sencillamente los subestimé.”[1]
La televisión y el cine
No menos interesante fue su paso por el cine cubano. Alberto afirmó siempre que fue José Tabío Palma, a quien conoció cuando era operador de audio en la radioemisora Mil Diez, quien lo introdujo en CMQ y luego en el cine, y que fue él quien lo instó a aprender iluminación, el trabajo de cámaras y fotografía.
En la televisión, Alberto trabajó como técnico en populares programas del circuito CMQ, como Album Phillips, y muchos otros.
El paso de Alberto Menéndez por el cine cubano ha sido documentado en el sitio Cubacine.cu. Y aunque su nombre no figura en los créditos de muchos cortometrajes y documentales –como es el caso de El Mégano (1955), su ficha en esa suerte de directorio del cine cubano, resume: “Trabajó como técnico en radio, iluminador, fotógrafo, operador, editor, productor y operador de sonido en el Departamento de Cinematografía de la televisión. Colaboró en la grabación de sonido de “El Mégano”. Ingresó como camarógrafo en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) en 1961. Ha participado en innumerables cortos y largometrajes.[2]
A pesar de esta última afirmación y de que Alberto refiriera haber participado en la realización de muchos documentales, Cubacine solo incluye como filmografía de Alberto Menéndez dos obras, cuyo significado ha sido revalorizado con el tiempo: el corto “Alfredo va a la playa” dirigido por Roberto Fandiño en 1963 para el mexicano Alfonso Arau, con guión de Segundo Casaliz y las actuaciones del propio Arau, Yolanda Zamora y Wember Bros, y el documental La rumba (1978), de Oscar Valdés, (donde aparecen Celeste Mendoza, Carlos Embale, Lázaro Galarraga, Los Muñequitos de Matanzas, y otros) Alberto Menéndez comparte créditos de fotografía junto a los grandes fotógrafos del cine cubano: Jorge Haydú, Mario García Joya, Livio Delgado, José Manuel Riera y Raúl Rodríguez Cabrera.
Especial destaque merece el corto La tísica (1964), considerado uno de los primeros en utilizar técnicas reconocibles del videoclip. Producido por el Grupo Experimental CubanaCan y dirigido por Tulio Raggi con las actuaciones de Fidelina González, María Padron y Luis Lacosta, La tísica contó con Alberto en la musicalización, junto a Raggi, quizás la única vez que realizaría este trabajo.
Alberto emigró a Miami con su familia poco después 1980. Siguió unido a la música siempre que podía y fundó con Mariselle López la agrupación Algo Nuevo, una formación destinada a divulgar la música popular cubana y también a mantenerla viva entre las personas de la tercera edad, en la que se mantuvo por espacio de dieciséis años. Solo su avanzada edad logró detenerlo. La periodista norteamericana Judy Cantor Navas dejó en este artículo para The Miami New Times sus impresiones acerca del trabajo de Alberto con el grupo Algo Nuevo, y también parte de lo que el músico le contó aquel día de 1998: https://www.miaminewtimes.com/music/the-son-remains-the-same-6360288
Alguien que respetó y admiró mucho su vida, Alberto Guzmán, recogió en algunas entrevistas los recuerdos de Menéndez, disponibles en video en este canal de Youtube: https://www.youtube.com/user/PalRinconCaliente/videos
Alberto Menéndez Díaz había nacido en Camaguey, el 7 de agosto de 1926.
Agradecimientos a Alberto Guzmán, Jaime Jaramillo, Mariselle López y Alexandra Martínez.
Notas
[1] Entrevista de Alberto Menéndez con la autora. 11 de febrero de 2019, filmada por Alberto Guzmán.
[2] http://www.cubacine.cult.cu/es/cineasta/alberto-menendez-diaz
© 2020. Rosa Marquetti Torres
8 Comentarios
Rosa Marquetti Torres
Muchas gracias, Luis, por compartir sus recuerdos junto a Alberto Menéndez. Nunca es tarde para aprender y honrar. Le confieso q conocí de la importante trayectoria de Alberto hace solo algunos años y descubrir sus valores fue también para mí una sorpresa grata.
Luis Serrano
Conocí a Alberto Menéndez cuando trabaje como bajista con el grupo de Mariselle López. Después compartí con el en casa de mi amiga Nancy Secades en un agasajo que se le dio a Bobby Jiménez en uno de sus paseos por Miami y me apena reconocer que no tenía idea del ilustre e importante pasado de Alberto. Tampoco me dijeron que fuera camagueyano igual que yo. Increíble!
Jesús y martha
Fue un gran señor todo respeto y amabilidad
Lleno de música artista natural con el que tuvimos la dicha junto a otros de trabajar en nuestro programa radial Martha y sus Amigos y en diversos lugares.
Fue personalmente amigo nuestro a quien quisimos mucho y nunca lo olvidaremos
Que descanse en paz Alberto Menendez
Por siempre lo recordaremos
Martha Casanas y Jesús Alcantara
Felipe
¿Existen grabaciones de Loquibambia?
Rosa Marquetti Torres
Felipe, hasta donde sé, la única grabaciób del conjunto fueron con cl Conjunto Casino en la parte vocal con Roberto Faz del tema ÁTOMO de Luis Yáñez y Niño Rivera, fijada por Panart en 1950. La referencia de este disco de 78 rpm es P-1237. No he encontrado otras grabaciones.
Emilio Garcia
Muchas gracias por este artículo, Rosa. Alberto vivía en mi misma cuadra. Cuando nací, el tenía treinta y seis años. Mis primeras fotos (y probablemente las de más un cumpleaños) me las tomó él y fue también él quien me consiguió mi primera guitarra y quien me embulló para que entrara en el conservatorio de Guanabacoa (aunque no pasé de las lecciones iniciales). A veces íbamos juntos porque él también tomaba algunas clases. No sé bien en qué cursos. No había estudiado música antes (al menos con asiduidad) y acaso trataba de enmendar ese «grave error» -como te confiesa- de no vincularse más a la música y a la creación músical o de pensar que no lo necesitaba. Creo que Alberto es un caso muy curioso no sólo de vinculación al medio artístico como guitarrista, sino de conocimiento del mismo desde sus facetas técnicas. De su versatilidad siempre supe, aunque no con ese vocablo, sino por las palabras de mi madre: «Alberto sabe de todo». Y ciertamente, aparte de guitarrista, era electricista, técnico de radio, camárografo y fotógrafo. Mientras leía este artículo me vinieron a la mente muchos instantes de conversaciones que tuvimos y de anécdotas que me contaba. En su casa vi al Niño Rivera tocar el tres (en la caja una especie de sello con letras iridiscentes que decía «salsa») mientras Celia, su esposa, tocaba las claves.También oí mucha música de la colección de discos que tenía. Probablemente recuerde algo más, Lo compartiré luego. De momento, Rosa, te agradezco de nuevo por este importante homenaje.
Rosa Marquetti Torres
Muchísimas gracias, Emilio, por compartirnos estos invaluables recuerdos sobre Alberto Menéndez. Aprecio mucho tu gesto, porque nos amplía la mirada sobre el hombre y el músico que fue. Por otra parte, muy curioso lo que cuentas sobre Niño Rivera y el detalle de su tres que te llamó la atención. Supongo que se trate del instrumento que le regaló Nelson González, gran tresero puertorriqueño, que fue el tresero de Fania y discípulo y amigo de Niño Rivera. Muchas gracias, de nuevo.
Emilio Garcia
Gracias Rosa. Justamente recuerdo al Niño diciendo que el tres era un regalo de Miami. Antes, al referirme a la inscripción de «Salsa» en la caja del tres, escribí que era un «sello», pero era mas bien una placa oblonga sobreimpuesta en el extremo inferior izquierdo (o derecho, visto de frente) de la caja. El tipo de las letras se me asemejaron -al menos así las vi en aquel entonces- como las del logo de Electric Light Orchestra, aunque ahora no poodría asegurarlo del todo. Me llamó muchísimo la atención porque yo no recordaba haber visto un instrumento musical que tuviera una decoración tan poco «convencional». O una «decoración» a secas. Todavía estaba yo muy lejos de descernir que la marquetería, el diseño de los trastes o las clavijas, los materiales o los barnices también eran parte de un sentido decorativo. Pero lo que no se me olvida fue mi «percepción estética»; en parte -he pensado después- sintómatica de la Cuba de esos tiempos. En aquel entonces (tuvo que ser como a finales de los setenta o muy al principio de los ochenta) yo desconocía todo o casi absolutamente todo de la salsa, y recuerdo perfectamente que tuve la sensación de que era muy «comercial» que se le pusiera una decoración semejante a un instrumento tradicional cubano.