Josefina Badía, raíz y savia musical de una familia.
Hay fiesta en casa de Julián Barreto, director de la Banda Municipal. El chalet que se ha construído en la calle Milagros, justo donde desciende la Loma del Mazo está iluminado y con notable concurrencia, en mayoría músicos y sus acompañantes. Entre las que desfilan por el piano ubicado en el jardín, una joven motiva el elogio del cronista: “La señora Josefina Badía de Marruz hizo prodigios al piano, de modo impecable, con expresión y estilo propio al ejecutar el vals del Concierto de Tchaikovsky y dos danzas de Cervantes.”[1] Es la primera referencia a Josefina Badía que encuentro en un medio público, aparecida el 3 de marzo de 1926 en el Diario de la Marina, y el elogio tiene una mayor connotación si se tiene en cuenta que otras mujeres músicos habían desfilado ante el auditorio de aquella velada, entre ellas, la violinista Guillermina Foyo, que dentro de cuatro años será, como la propia Josefina, lideresa de una agrupación musical femenina.
La historia de la pianista y pedagoga cubana Josefina Badía, llegó a mí contada por su nieta María Josefina Diego, Fefé , quien desvela rasgos notorios que cincelaron la personalidad de esta singular mujer dentro de la sociedad y la época que le tocó vivir. Sin embargo, el significado que en su vida tuvo la música y el modo en que, consciente o inconscientemente, hizo que calara en su descendencia, la convierten en una rara avis dentro de la cultura cubana: en su ofrenda, no le bastó con engendrar a una de las mujeres de mayor trascendencia en la literatura cubana del siglo XX: Fina García-Marruz, sino que hizo mucho más. Es Josefina Badía la matriarca de una notabilísima familia musical, una rareza entre las dinastías musicales cubanas donde el patrón patriarcal es dominante.
La de Josefina Badía es una asombrosa historia de independencia en épocas donde ostentarla no era precisamente una virtud socialmente reconocida. En mi descubrimiento de su vida y legado, hurgué más allá del escrito emocionado de Fefé y seguí buscando hasta que llegué a la excelente semblanza que escribe Minerva Salado. Por ella llego a la rotunda síntesis de su otra hija, Bella García-Marruz: “Mamá era mamá y el piano.” Y también a la firme sentencia de Cintio Vitier: “No se puede hablar de [la revista y el grupo de] Orígenes sin mencionarla”, según Minerva refiriéndose a que “su piano no sólo fundó la atmósfera de Neptuno 308[2], sino que actuó como firme telón de fondo, creador del estado de ánimo que hizo de esa casa un puerto seguro. Quienes llegaban, a menudo buscaban confianza, apoyo, tolerancia y algo de alegría.”
Josefina Badía en 1935 (Foto cortesía Fefé Diego)
El piano fue su razón y esencia. Según Fefé, “Josefina Badía Baeza, nació el 13 de febrero de 1895 en Cárdenas, Matanzas. Su gran pasión fue el piano, que aprendió desde muy niña. Su padre, el catalán Rosendo Badía Pagés, maestro de profesión, tocaba el instrumento, y le enseñó a su hija sus primeras lecciones de música. Después ella y su hermana Loló estudiaron piano y violín, respectivamente, con maestros particulares y luego en el conservatorio.”
En 1930 La Habana asiste a una increíble manifestación de independencia: el boom de las orquestas femeninas. Son mucho más conocidas las que se dedicaron a lo que llamamos música popular: Anacaona –inicialmente un sexteto, y la única de estas formaciones que logró dejar registros discográficos-, aunque hubo muchas más, desde la pionera Charanga de Doña Irene, hasta la ya mencionada Ensueño, la de las Hermanas Mesquida –donde cantaba y tocaba Mercy Mesquida, la madre de nuestro insigne Leo Brouwer-, las Hermanas Álvarez –las que muy temprano consiguieron aparecer en una película (El Romance del Palmar, 1938)- la Renovación, con Rita María Rivero y muchas otras.
Influídas por la música de moda, el son autóctono, el fox-trot, los blues y el swing de las bandas norteamericanas que escuchaban en los discos de 78 revoluciones por minuto y veían en las pantallas de los cines de barrio, las muchachas de las orquestas se inclinaban más hacia este tipo de repertorio, que les aseguraba más posibilidades de contrataciones y mejoras en su modo de vida.
Única foto que se conserva del quinteto dirigido por Josefina Badía. (Foto cortesía Fefé Diego)
A Josefina Badía le entusiasma la idea, decide formar también una agrupación que ayudara a mejorar la economía de la familia en ese tiempo de crisis, pero sería un tanto diferente, con preferencia por otro tipo de música, más cercana al clasicismo derivado de sus estudios académicos. Llama a su hermana Loló y a dos compañeras del conservatorio –Esther en el violín y Yaté en el chelo-, y suma a su cuñada Ursisina, que es trapecista en un circo, pero también toca la batería. Debutan con todo éxito en la taberna del hotel Regina, frente al Teatro Campoamor, y muy cerca del sitio donde las orquestas femeninas de música popular amenizaban las tardes habaneras: los Aires Libres del Prado, las terracitas que animaban esa franja que empezaba en el teatro Payret y seguía a golpe de música hasta el hotel Saratoga.
La prensa de la época deja constancia de los avances de Josefina Badía como músico. Ese año 1930 aparece dirigiendo su flamante quinteto en la jornada de festejos de la Asociación Nacional de Farmacéuticos[3], donde también actúa la mezzo-soprano Carmen Burguete. En 1931, el 16 de septiembre, se anuncia la presentación en la radio “…de la Dra. Badía con su grupo Concertis” –¿otra agrupación musical?-, en la emisora CMX Casa Lavín en emisión especial en homenaje a México por el Grito de Dolores, junto a la soprano Esther Borja y al poeta y periodista Hilarión Cabrisas.[4]
Para 1932, Josefina explora otras posibilidades artísticas al formar parte del Grupo Lírico Festivo junto a las pianistas Carmelina Delfín e Isabel Caragol, la actriz Marta Martínez Casado, Carlos Fernández Vilá y muchos otros, dirigidos por J. Aristigueta, además de la notable soprano María Adams. Según el Diario de la Marina –que le dedica especialmente un breve artículo- , la agrupación tiene un carácter musical y teatral; abarca un repertorio de comedias, música y cantos populares “en su más fina expresión” – aclara el columnista-, y piezas del repertorio clásico de los grandes cantantes e instrumentistas. Con este grupo se presenta ante los micrófonos de la CMCB La Metropolitana, los martes, jueves y sábados del mes de abril de 9 a 10 de la noche y los lunes miércoles y viernes en la CMX Casa Lavín de 8 a 9 de la noche.[5] Pero el vínculo con María Adams daría para más.
Las noticias del Diario de la Marina comienzan a revelar otra faceta en el trabajo de Josefina Badía, como pianista solista y acompañante, y resulta muy sugerente constatar que desde 1931 dos cantantes líricos como la Adams y el tenor Mariano Meléndez, la tienen como pianista en muchas de sus presentaciones. Sugerente, porque tanto Adams, como Meléndez tienen en ese momento una carrera consolidada, aunque de diferente calibre y recorrido: no olvidar que ambos cantan el 16 de abril de 1923 en el programa con que se inaugura la radio en Cuba, a través de la emisora 2LC del músico y radialista Luis Casas Romero. María Adams, incluso, aparece en 1925 en uno de los filmes silentes del balbuceante cine cubano: Entre dos amores.[6] Con muchos recitales y conciertos, María Adams había realizado en 1923 un par de grabaciones para el sello Victor, junto a Mariano, con una orquesta dirigida por Casas Romero.
El tenor Meléndez, como una discografía mayor, había comenzado a grabar cilindros en 1917, y realizó en Cuba y Estados Unidos numerosos registros en el período anterior a las grabaciones eléctricas, acompañado al piano nada menos que por Ernesto Lecuona, y después de 1925 con pianistas renombrados entonces, como Rafael Betancourt.
Que ambos eligieran a Josefina Badía como acompañante, habla muy alto de su calidad y desempeño. La pianista respaldaría a María Adams en algunas de sus actuaciones, como una recordada función en el teatro Tosca, de La Víbora, el 6 de mayo de 1932 compartiendo escenario con Mariano Meléndez.[7] El 9 de junio vuelve ambas al escenario del Tosca y ofrecen un pequeño recital a dos pianos y ocho manos con Isabel Caragol, junto a Carlos Fernández Vila y Ricardo Fonté, además de la intervención de Meléndez y el violinista Carlos Agostini.[8]
Acompañará al tenor en una conferencia ilustrada organizada por la Universidad Popular de la Asociación de Caballeros Católicos de Cuba en el salón de actos de los Reverendos Padres Franciscanos, en las calles Amargura y Aguiar. El tenor canta La cieguecita, Lamento Esclavo y Ríe payaso, ríe, siempre acompañado por Josefina, quien después interpreta como solista dos danzas de Ignacio Cervantes.[9]
En octubre de 1932 Mariano Meléndez y Josefina Badía realizan una serie de programas diarios en la radioemisora CMX Casa Lavín en el espacio de 1 a 2pm. La Sociedad Infantil de Bellas Artes, presidida por Nena Benítez, ofrece el 23 de octubre en el teatro Riviera su concierto mensual. Era más bien un acto social, pero imaginen el contexto y aprecien parte del elenco, y podrán aquilatar las virtudes musicales de Josefina Badía como pianista para alternar con estos nombres: Olga de Blanck, interpretando la Paráfrasis del Himno de Bayamo (Hubert de Blanck); María Cervantes al piano en la danza Al ingenio de mi papá (Ignacio Cervantes), el pianista Vicente Lanz en Lupisamba (Sindo Garay), Carmen Burguete en Qué es el danzón (Moisés Simons). Mariano Meléndez canta, acompañado por Josefina, La casita cubana (N. Sucariche) y Puntos carreteros (Jaime Prats).[10] Mariano Meléndez y Josefina Badía participarán de nuevo en otros conciertos de esta Sociedad ese año y también en 1933.[11]
El tenor y la pianista acuden también al llamado de la Asociación de Damas Isabelinas para ayudar a las víctimas de aquel terrible huracán que por esos días azotó a la provincia de Camagüey y se brindan a prestar su apoyo material en uno de sus recitales o conciertos.[12]
La colaboración de Josefina Badía con María Adams continuaría a lo largo de la década del 30, con recitales y presentaciones en el Círculo de Bellas Artes, como el organizado para presentar a la poetisa mexicana –y años después, conocida escritora de radionovelas radicada en Cuba- Caridad Bravo Adams.[13] El 6 de agosto de 1935 la Adams ofrece un recital en el teatro Fausto, donde será acompañada por Josefina en piezas de Arditi, Mulder, Donaudy, y en selecciones de la zarzuela El Barbero de Sevilla (Nieto-Giménez) y de las óperas Madame Butterfly y La Bohéme (Puccini) y Carmen (Bizet). Como invitada, la Orquesta de Cámara del Círculo de Bellas Artes dirigida por Pedro L. Santos Carbó. Versátil y oportuna, en ese concierto Josefina se presenta también con el Cuarteto Badía –su quinteto ahora reducido-, interpretando una selección de piezas.[14]
Ese año toma parte como concertista en la gala por el primer aniversario de la Asociación Cubana de Periodistas de Radio, también en el Círculo de Bellas Artes y donde comparte escena de nuevo con la soprano María Adams y el pianista Vicente Lanz.[15]
En 1939 Josefina Badía acompaña también en varias presentaciones al violinista armenio Georges Sinanian, de paso por La Habana, interpretando piezas del repertorio clásico internacional y algunas de la autoría del propio Sinanian. En particular ofrecen un recital el 6 de diciembre de 1939, en el que Josefina interpreta al piano Día de boda (E. Grieg) y acompaña al armenio en obras de Saint-Saens, Albéniz y Tartini.[16] Georges Sinanian aparece en la historia de la Baltimore Symphony Orchestra como violinista entre 1942 y 1943.
Josefina fue contemporánea y compartió cartel, además, con músicos y pianistas muy valorados, aunque no muy publicitados, como es el caso de Vicente Lanz, Carmelina Delfín y otros. Habría mucho que indagar aún sobre su trabajo musical, y su lugar dentro de la intelectualidad musical de la época en que vivió. Un pensamiento provoca mi intención de continuar la búsqueda, aunque quizás nunca lleguemos a saber si en algunas de esas grabaciones de la Adams y Meléndez para los sellos Victor, Columbia o Brunswick, donde el piano es anónimo estuvieron las manos y la inteligencia de Josefina Badía. Estoy segura de que si pudiésemos consultar archivos de prensa posteriores a 1940 continuaríamos el rastro de su piano en más recitales, conciertos, tertulias musicales.
Josefina Badía se entregó también al trabajo pedagógico, dicen que tenía una vocación natural por la enseñanza, y eso, se suma a su condición de madre de su prole con incuestionable liderazgo, a través del que supo inducir en muchos de ellos la pasión por la música y el arte.
Josefina Badía con sus hijos: Felipe y Sergio, de pie. Fina y Bella, sentadas. Foto: Archivo familiar. Tomada de OnCuba News.
Uno de sus dos hijos varones que llegaron a la adultez es el gran pianista Felipe Dulzaides (La Habana, 13 de marzo de 1917 – 22 de enero de 1991), pero la influencia musical por vía materna le llegó como un prodigio inexplicable, pues él solo pudo estar junto a su madre a partir de los doce años. “Fue ya viviendo con su madre que Felipe, un buen día, se sentó al piano y comenzó a tocar “de oído”. Su padre lo quiso apartar de la música y de todo lo relacionado con su madre, pero no pudo impedir que se convirtiera en el gran músico que fue.”- ha contado Fefé Diego, sintetizando la gran importancia de Dulzaides en la historia del jazz y el pianismo en Cuba. Felipe Dulzaides Badía no cursó estudios académicos de música, su talento fu innato, al igual que su buen gusto y su amor por la música en la que el trabajo diario, junto a esas cualidades, le permitió formar a músicos de diversas generaciones a quienes transmitió las claves para lograr la excelencia a partir de la disciplina y la entrega sincera, el estudio y la capacidad de estar siempre informado. Influído por los grandes pianistas norteamericanos de su tiempo, principalmente por George Shearing, Felipe transitó por los cuartetos Bellamar, Llópiz-Duzlaides -con el que se instala entre las primeras formaciones rockeras cubanas- para luego formar el muy recordado cuarteto Los Armónicos, con el que dejó una huella que aún se recuerda y una discografía a la que hay que volver una y otra vez.
Felipe Dulzaides Badía. Foto tomada de Cadena Habana.
De la unión de su hija Bella García Marruz con el poeta Eliseo Diego, Josefina Badía tuvo dos nietos -el escritor, periodista, editor y guionista Eliseo Alberto «Lichi» Diego, y y el cineasta, escritor, poeta y dibujante Constante «Rapi» Diego García-Marruz, y una nieta, a escritora y traductora María Josefina Diego, Fefé. Ninguno fue músico de profesión, pero la música los marcó a todos de distinta manera -Lichi tocaba el piano de oído y Rapi, el acordeón- y a ella se acercaron como elemento constante en su formación y en sus vida.
Lichi Diego al piano. Foto Archivo familiar, cortesía Fefé Diego.
Los nietos de Josefina Badía, el guitarrista Sergio y el pianista José María Vitier –ambos compositores e hijos de su hija Fina García-Marruz y de Cintio Vitier- son dos de las figuras más notables de la música cubana del siglo XX, con aportes sustanciales desde sus respectivos instrumentos.
Sergio Vitier García-Marruz(La Habana, 18 de enero de 1948 – 1 de mayo de 2016) ha sido uno de los más importantes guitarristas cubanos de todos los tiempos, un prolífico y genial compositor, un hombre con un sentido amplio y desprejuiciado de la cultura nacional. Su valía quedó demostrada a su paso por Orquesta Sinfónica Nacional, el grupo Los Armónicos, de su tío Felipe Dulzaides; la Orquesta Cubana de Música Moderna. Fue uno de los fundadores del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC y el Conjunto Instrumental Nuestro Tiempo. Creó su grupo Oru, de incuestionables aportes desde la composición y la interpretación, al imbricar la percusión y el legado afrocubano con otras músicas y formatos de concierto, siempre desde una genuina asimilación que evadió el colorismo folklorista y lo situó en el nivel que ameritan su riqueza y autenticidad. La versatilidad de Sergio quedó demostrada cuando dirigió por varios años Danza Contemporánea de Cuba, escribiendo música para varios espectáculos danzarios y dramáticos. A su labor en la composición sinfónica, se suma el hecho de que Sergio es, probablemente, uno de los compositores más prolíficos y con mayor presencia en el cine cubano, donde su trabajo destaca en filmes como De cierta manera, El brigadista, Maluala, Roble de Olor, y muchos otros, así como numerosos cortos y documentales entre los que destaca el mítico Ad Libitum, que unió en el escenario y ante una cámara a Alicia Alonso y Antonio Gades.
Sergio y José María Vitier García-Marruz
José María Vitier García-Marruz (La Habana, 7 de enero de 1954), en paralelo a su hermano mayor, se ha consagrado como uno de los pianistas y compositores más notables de su tiempo. Además de su nutrido catálogo autoral de piezas para piano-donde destacan sus Danzas Cubanas-, sus obras sinfónicas y corales han sido sumamente apreciadas y difundidas internacionalmente. Ahí está su Misa Cubana, el oratorio sinfónico-coral Salmo de las Américas, la cantata El cantar del caballero y su destino, como las más notables, en las que además se ha revelado como director orquestal. Como pianista, José María transita con destreza y excelentes resultados por disímiles formatos y géneros que van desde el clasicismo a los géneros cubanos, desde el rol de solista a los formatos de cámara y jazz.
Como Sergio, José María expande su talento musical a otros ámbitos: la creación de piezas originales para obras escénicas e importantes filmes del cine cubano e internacional constituye uno de sus trabajos más conocidos. Quizás lo más trascendente en la obra de José María Vitier para el cine –y que ha abarcado numerosas películas- es la banda sonora original del filme Fresa y Chocolate, de enorme importancia en el logro de los resultados finales que alcanzó la cinta. Su música aparece en filmes no cubanos, como el mexicano Salón México y el español (Cosas que dejé en La Habana), por solo citar dos de ellos.
Eddie Dulzaides «Babacho»
De la descendencia de Felipe Dulzaides, su hijo Eduardo Eddie Dulzaides (La Habana 5 de febrero de 1941 – Miami, 3 de diciembre de 1988)[17] fue durante un corto período, músico activo y se incorporó al grupo de su padre, Los Armónicos, tocando el vibráfono. Posteriormente emigra a Estados Unidos junto a su hermana Silvia Dulzaides, Pochi y su madre Silvia González, donde pasa de la música al diseño: allí se hizo diseñador de ropa, con éxito en Chicago y Nueva York, llegando a poseer su propia marca de camisas de hombre Babacho, que era el apodo que su padre Felipe le decía de niño.[18]
Sergio García-Marruz «Cuchi». Foto tomada de su perfil de Facebook.
De Sergio García-Marruz, su otro hijo varón, médico por más señas, Josefina tiene otro nieto músico: Sergio García-Marruz, Cuchi (La Habana, 7 de septiembre de 1949) quien estudió y se graduó de guitarra en la ENA en los 70 y toco durante un tiempo en orquestas populares bailables en Cuba, a la vez abordó la composición, bajo la tutela del maestro Norman Milanés. Tras emigrar a Estados Unidos, continuó trabajando como músico Cuchi, emigró a USA en 1979, donde trató de mantenerse de algún modo en la música, como el músico competente que ha sido, aunque pudo brillar más, según palabras de su primo José María. Sergio García-Marruz ha sido también durante un tiempo road manager del saxofonista y clarinetista Paquito D’Rivera.
Acerca de cuánto pudo influír Josefina Badía en su formación musical, cuán profundo es el recuerdo de su presencia y el impacto de su singular personalidad, ha contado José María Vitier a Desmemoriados:
“He escrito y hablado muchas veces de la importancia que tuvo para nosotros y especialmente para mí, la imagen poderosa de Abuela al piano. Lo que quiero recalcar ahora es el recuerdo de las cosas que le escuché de niño, en las famosas veladas dominicales de Arroyo Naranjo. En primer lugar, un repertorio muy amplio de música cubana y también, otras piezas menos conocidas entre nosotros, como las danzas puertorriqueñas de Juan Morell Campos[19], un Cervantes boricua, cuyo álbum, primorosamente manuscrito, heredé de ella).
Abuela tocaba de memoria casi todo, pero a veces se basaba en una excelente colección de música cubana para piano, “Popular Cuban Music”, de 1939, compilada y revisada por Emilio Grenet que era y sigue siendo una joya editorial, que incluía desde Cervantes y Lecuona hasta sones y canciones cubanas antológicas. [20] Creo que Abuela podía tocar tocaba las 80 piezas del álbum. Y su ejecución daba siempre una asombrosa impresión de “facilidad”. Muchos años después vine a comprender que era, sencillamente, una pianista virtuosa.
Luego estaban las piezas de concierto que tocaba, y que podían ser valses de Chopin, o de Strauss, repertorio español de [Isaac] Albéniz o [Manuel de] Falla, y mucha música vocal proveniente de su práctica como acompañante de cantantes líricos. Aquí entraba en la escena dominical su hijo Sergio García-Marruz, tío Sergio, médico obstetra y tenor aficionado, con una excelente y potente voz y un conocimiento enciclopédico del mundo operático.
Uno de los puntos culminantes de aquellas veladas era el dúo de abuela con mi padre. Recuerdo con claridad tres obras: las Sonatas No. 5 y No.7 (llamadas comúnmente “Primavera” y Kreutzer”) de Beethoven y la Sonata para violín y piano de Cesar Frank. Interpretar esta música demandaba, por supuesto, ensayos previos, que también recuerdo en mi casa de la Víbora y en casa de Abuela, en el reparto La Sierra. En la biografía musical de abuela Josefina, creo que no puede dejar de mencionarse a su tercer y último esposo, Alfredo “Bocachula” Hernández, que fue un excelente trompetista, miembro de los Lecuona Cuban Boys y de la Orquesta Hermanos Palau, entre otras.”
En el extremo derecho, de pie, con la trompeta, Alfredo «Bocachula» Hernández, el tercer esposo de Josefina Badía, con Los Lecuona Cuban Boys en Hollywood. Al centro, la actriz cubana Sol Pinelli baila con Buster Keaton. (Año 1940)
Su nieta Fefé Diego escribió sobre el final de Josefina Badía: “Su último trabajo fue como pianista acompañante en el Ballet Nacional, con la profesora Ana Leontieva. El último día que tocó su piano fue allí. Esa tarde no se sentía muy bien, estaba muy afligida y agobiada por algo muy serio que le había ocurrido a su hijo Felipe, y se equivocó en algunas notas, algo que jamás le sucedía. Apenada y un poco triste, regresó a su casa. Al día siguiente tuvo un derrame cerebral del cual no se recuperó. Una semana después, el 7 de febrero de 1962, a los 67 años, murió.”
Rosa Marquetti Torres
20.8.2020
Agradecimientos especiales y muy sentidos a José María Vitier y María Josefina “Fefé” Diego.
© 2020. Rosa Marquetti Torres
NOTAS
[1] Debió decir “de García-Marruz”
[2] En 1942 Neptuno No. 308 era la vivienda de Josefina Badía y su hija Fina García-Marruz. Allí se reunían intelectuales y creadores motivados con la participación en un movimiento editorial que gestó la revista Clavileño y que tendría su culminación en la revista y el grupo Orígenes.
[3] Diario de la Marina, 30 de junio de 1930. Pag.22
[4] Diario de la Marina, 15 de septiembre de 1931. Pag. 3.
[5] Diario de la Marina, 2 de abril de 1932. Pag. 11. También: El Grupo Lírico Festivo. En Diario de la Marina. 4 de diciembre de 1932. Pag. 11
[6] Cinemateca de Cuba. Bitácora del Cine Cubano. Cine de la República (1897-1960) Tomo I. España. 2018.Pag. 110
[7] Diario de la Marina, 8 de mayo de 1932. Pag. 12
[8] Diario de la Marina, 8 de junio de 1932. Pag. 14.
[9] Diario de la Marina, 9 de septiembre de 1932, Pag. 7
[10] Diario de la Marina 22 de octubre de 1932. Pag. 6
[11] Diario de la Marina, 7 de febrero de 1933. Pag. 5.
[12] Diario de la Marina, 16 de noviembre de 1932. Pag. 11
[13] Diario de la Marina, 23 de febrero de 1935. Pag. 9 y 24 de noviembre de 1935. Pag. 2
[14] Diario de la Marina,, 6 de agosto de 1935. Pag. 7
[15] Diario de la Marina, 24 de octubre de 1935. Pag. 5
[16] Diario de la Marina, 23 de mayo de 1939. Pag. 9 y 8 de junio de 1939. Pag.7. y 30 de noviembre de 1939. Pag. 10
[17] Datos obtenidos de registros públicos norteamericanos, consultados en www.ancestry.com
[18] Entrevista de la autora a José María Vitier. 21 de agosto de 2020. Véase también Chicago Tribune (Chicago, Illinois) · 6 Dec 1988, Tue · Page 28
[19] Juan Nepomuceno Morell Campos (Ponce, Puerto Rico. 16 de mayo de 1857 – 12 de mayo de 1896)
[20] Grenet, Emilio: Popular Cuban Music. 80 Revised and Corrected Compositions. (Con prólogo de Eduardo Sánchez de Fuente). La Habana, abril de 1939. Publicado por el Gobierno de la República y la Secretaría de Agricultura. Traducción: R. Phillips.
5 Comentarios
Mardes
Gracias querida Rosa pir esa nueva entrega…Se hace imprescindible acudir a tu blog. Qué suerte de haber disfrutado las descargas de Felipe Dulzaide en el Kawama de Varadero y en el Riviera. Honor a quien lo merece. Esta es una familia que dignifica nuestra cultura.
Jaime Jaramillo
Excelente trabajo biografico de esta gran pianista y compositora que dejo un legado extenso y una prole que se han dedicado a la musica con gran exito. No sabia nada de esta distinguida pianista y que los musicos de apellido Vitier y Dulzaides eran parte de su descendencia. Rosa, cada vez que leo tus escritos siempre aprendo mucho y seguire aprendoiendo de esos documentos que con mucha dedicacion consigues.
Rosa Marquetti Torres
Muchas gracias, querido Jaime Jaramillo. Gracias a ti por lo mucho que contribuyes con DESMEMORIADOS y por lo mucho que aprendemos de tu sabiduría.
Rosa Marquetti Torres
Muchas gracias, admirada Maritza Deschapelles, por compartir tus recuerdos y por todo tu trabajo en la televisión cubana para también destacar nuestra historia musical y a nuestros autores.
Rosa Marquetti
A continuación, el comentario de MARIA JOSEFINA DIEGO, «FEFÉ» enviado por email, y que replico aquí con su consentimiento:
«Mamá y Fina siempre hablaban de ese quinteto que era de la familia de Octavio Smith, sus apellidos eran Smith Foyo, ellas decían que el quinteto de abuela había sido el primero, pero Octavio decía que no, que había sido el de su familia. María Adams y abuela fueron grandes amigas, la recuerdo muy bien, fue a mi casa con su esposo, vivían cerca de Villa Berta, en una finca antes de llegar a casa. Nunca la escuché cantar. Tengo muchas fotos de ellas dos. De ese músico armenio, de Meléndez, hay posters en el álbum de abuela. Mucho me gustaría que pudieras venir a casa para enseñarte el álbum de abuela y las fotos.
Mis dos hermanos, Rapi y Lichi, aunque nunca estudiaron música, eran muy musicales. Lichi tocaba el piano de oído, Rapi el acordeón, tengo unas fotos de ellos tocando, las busco y te la envío. El hijo de Rapi estudió tres años
saxofón pero lo que le gustaba era la guitarra. Ha aprendido a tocarla solo y la toca bastante bien. Yo estudié un poco de piano, pero soy la menos musical de la familia.
Mi madre y mi tía Fina estarían felices con tu texto. Muchas, muchas
gracias!»