Soy Cuba: tres historias sobre su música… medio siglo después – Los Diablos Melódicos
Dos mulatos de recién abandonada adolescencia cantan mientras se desplazan lentamente entre las banquetas de un bar que sirven de asiento a sensuales muchachas vestidas y peinadas a la última moda… de ese año –moño alto, altísimo a lo Gina León y maquillaje denso, densísimo, a lo Gina Lollobrígida. Uno de ellos, largo y espigado, le canta al micrófono que sostiene –aún no llegaban los inalámbricos-; el otro, menos alto, guitarra eléctrica en mano, le acompaña con ella y además con la voz, sorteando con éxito las cañas bravas devenidas elementos escenográficos en el empeño de recrear, en los estudios de Cubanacán, un ambiente similar al del bar Las Cañitas y el restaurante El Polinesio, del hotel recién nombrado Habana Libre. Los dos mulatos van de sorpresivo frac, con unas inexplicables máscaras teatrales a sus espaldas, y sendos “tupés” de pelo desrizado, que soportaban estoicamente, como la torre de Pisa, la tentación de la fuerza de gravedad. No son Los Zafiros: son Los Diablos Melódicos en la escena que protagonizaron en el filme Soy Cuba, del director georgiano-soviético Mijail Kalatozov, primera co-producción cubano soviética, inicialmente considerada fallida e inauténtica y reevaluada treinta años después para entrar, definitivamente, en el selecto club de los filmes de culto.
Imitaban a tal punto a sus alter ego rockeros Sammy Davis Jr. y “Little” Richard, que hasta el final de sus días merecieron ser llamados “Sammy” y “Richard”, hasta por sus propios padres, sucesivos hijos y futuros nietos. Para colmo, el parecido físico y performático de “Sammy” con Sammy Davis Jr. era innegable. Ignacio Esteban Aymet Castro “Richard” y Félix Pérez Castro “Sammy” eran primos hermanos y formaban el dúo Los Diablos Melódicos, de los pocos en Cuba que tenían como referentes, al menos en lo formal y externo, a los íconos negros del rock-and-roll norteamericano de entonces.
Haz click aqui para ver a «Los Diablos» en «Soy Cuba» interpretando «Loco amor».
Los Diablos Melódicos –quienes terminaron siendo conocidos simplemente como Los Diablos– habían comenzado siendo el trío Los Melódicos, junto a Esther Lazo (Esther Monzón es su nombre real) y en sus inicios su fuerte eran las baladas, se inclinaban a ciertas imitaciones del entonces famoso quinteto argentino Los Cinco Latinos. Llegaron a grabar un único disco de vinilo extended play para el sello Rialto, una minúscula disquera, cuyo dueño lo era también del cine de igual nombre, y disponía de un minúsculo estudio en la misma cuadra donde se ubicaba el cine, en la calle Neptuno entre Prado y Consulado. Temas como Romance de Amor y Si alguien, formaban parte del repertorio de baladas. Hasta que la fiebre del rock- and-roll se le metió en los cuerpos, pasan progresivamente a versiones de slow rock, la chica abandona el trío y los ahora llamados Diablos Melódicos comenzaron a hacer temas más “duros” al estilo de Bill Haley y sus Cometas, Elvis Presley, Neil Sedaka, Paul Anka, y otros.
Era el año 1960. Mario Rodríguez, primo hermano de “Richard”, sobrino del tresero mayor Arsenio Rodríguez, y músico de diversos formatos, los presenta en varios clubes y sitios de posible contratación hasta que pueden debutar en el club Intermezzo, en Refugio entre Prado y Zulueta, donde los domingos se producían descargas memorables, por las que pasaron desde Juana Bacallao hasta Freddy. Se presentan en 1962 por breve tiempo en el Salón Panorámico, espacio de música recién creado en lo que fue la sala de juegos del cabaret Tropicana. Interesado por el trabajo de Los Diablos, sobre quienes le habían ya hablado, una noche acudió a verles un joven de privilegiada voz de contratenor, recién llegado de Portugal tras cumplir contrato como cantante en el Casino de Estoril, para más señas, de nombre Ignacio Elejalde, nadie más y nadie menos que quien pocos meses después sería una de las voces del inolvidable cuarteto Los Zafiros.
La proyección armónica del dúo se iba enriqueciendo con arreglos para grupos de pequeño formato que realizaba el propio Richard, quien era músico de conservatorio. Así pudieron hacerse acompañar por otros músicos en diversos sitios; por ejemplo, en el cabaret Venecia, en Santa Clara los acompañó el grupo de rock Los Fantasmas, que en aquel espectáculo tenía a un jovencísimo Enrique Pla en la batería, y quien aún hoy recuerda su trabajo con Los Diablos Melódicos.
En 1962 ya el rock y el twist ganaban cada vez más adeptos y copaban ciertos espacios musicales, dominados por Luisito Bravo, Los Astros de Raúl Gómez, y por Los Diablos Melódicos. También se destacaban Dany Puga, quizás el primer intérprete de twist, Ricky Orlando, Jorge Bauer, Pedrito Tamayo, Lita del Real, el dúo de Dino y Freddy, entre otros. Algunos sellos disqueros habían avizorado un filón comercial en este boom de los “pepillos” del rock-and-roll: tan temprano como en julio de 1960, el sello Maype graba a Dany Puga en su éxito “Muñequita”; la marca Velvet, por su parte, firma a Luisito Bravo como artista exclusivo, a partir de su éxito en programas de televisión y en el Show de las 7 de Radio Progreso; el sello Modiner tiene como artistas exclusivos a Los Pibes, integrados por Adel y Willy y presentados como Los Ases del Rock cubano (Revista Show, julio 1960). Ya en octubre, Show reseñaba también el éxito de Luisito Bravo con “…uno de los éxitos del momento: Elenita”, grabación del sello Velvet. (Revista Show, octubre 1960). Al año siguiente, en marzo, la misma publicación subrayaba el éxito de Bravo con los temas “Oh, Carol” y “Adán y Eva”, publicados en un disco single de 45 rpm, al tiempo que anunciaba la salida del segundo vinilo de larga duración del rockero. Poco más podría encontrarse en cuanto a grabaciones comerciales del rock-and-roll en Cuba, en esos años.
En octubre de 1962 Los Diablos Melódicos ya hacían lo suyo en el club Olokkú, situado en la esquina de Calzada y E, en El Vedado, junto a Free American Jazz, Pedrito Tamayo, Lita del Real, y su más fuerte competidor: Raúl Gómez con Los Astros. (Adriana Orejuela, 457). Doblaban después en el cercano club Le Mans, de 5ta. y B, haciendo el último show. Eran muy populares y seguidos, al punto de que ese mismo año aparecerían en la selección de los más destacados, según el diario Revolución, en la categoría de Rock y Twist, junto a Dany Puga, Ricky Orlando, Pedrito Tamayo y Lita del Real. (Adriana Orejuela, 460). “Había un movimiento de rock muy fuerte encabezado por Luisito Bravo. En la noche rockanrolera en La Habana los que brillaban eran Luis Bravo –que tenía en el Cabaret Nacional en Prado y Neptuno su cuartel general-; Raúl Gómez y Los Astros, y Los Diablos Melódicos que capitalizaban la atención de su fanaticada en el Olokkú, principalmente.” –afirma “Richard”. Los Diablos Melódicos hacían uno de los dos shows nocturnos cerca de las doce de la noche; recorrían después la corta distancia hasta Le Mans, y allí hacían el show después de la medianoche, alternando con cantantes y bailarines.
En una de esas noches calurosas, deben haberlos descubierto los hacedores de Soy Cuba. Hoy puedo imaginar lo que deben haber experimentado Mijail Kalatozov, Serguei Urusevski, Evgueni Evtushenko y el resto del equipo soviético de realización cuando llegaron por primera vez a La Habana de 1963, y procedentes, justamente, de aquel Moscú que, ya sabemos, no creía en lágrimas y que intentaba a duras penas, en medio de un largo período post-bélico, desembarazarse de los traumas mutilantes y devastadores legados por un pasado demasiado inmediato para haber transcurrido del todo. Los imagino transitando de la incredulidad a la sorpresa, espectadores privilegiados de los primeros años de una revolución social, sí, pero en el Trópico –¡lo nunca visto!- es decir, una revolución de himnos y marchas, pero también –¡qué suerte!- con mambo, rumba, chachachá, jazz y rock, como música de fondo. Los visualizo andando y desandando posibles locaciones y ambientes, apreciando músicas y personas y descubriendo un mundo ajeno todavía a férreas cortinas y muros de diverso origen. Hasta se cuenta que tuvieron la suerte de caer en las redes seductoras de la voz y el estilo de La Lupe que, ya entonces, con esa tremenda voz con la que vino al mundo, soltaba los zapatos y amenazaba con taconazos a los asiduos al club La Red. Por alguna razón que ya hoy se desdibuja en la memoria de quienes fueron testigos o participantes, La Lupe finalmente no pudo aparecer en Soy Cuba.
Quiero creer que los soviéticos recorrieron muchos de los night clubs y cabarets que proliferaban en La Habana de 1963 en medida directamente proporcional a su ausencia en la fría ciudad del Kremlin. La frenética presencia del rock-and-roll en ciertas zonas de La Habana nocturna, y su impacto en grupos crecientes de jóvenes, ¿sería acaso para ellos lo más identificable con el pasado capitalista destinado a ser barrido por las revoluciones? Tan lejano de Moscú, y tan cercano de La Habana, ¿sería la música el elemento que podría identificar –dentro de los lindes modélicos del realismo socialista- a una sociedad burguesa representada también de forma estereotipada y lúdica, y que debía ser mostrada en el filme como el pasado de no retorno? Quizás fue eso: lo más “musicalmente capitalista” para ambientar las escenas que prefiguraban La Habana anterior a 1959, fue el rock-and-roll, en sus dos antípodas: el rock “duro”, actuado, que no sonado, por Raúl Gómez y Los Astros en la famosa y ya icónica escena de la piscina, con uno de los planos secuencia más relevantes de la cinematografía mundial. (Richard asegura que eran ellos -Raúl Gómez y Los Astros- y no otros los de esa escena) y el slow rock sensual, romántico y dulzón de Los Diablos Melódicos.
Richard guarda todavía aquel telegrama citatorio que recibió cuando Los Diablos se encontraban de gira en Santiago de Cuba, aunque confiesa que nunca supo quién decidió que ellos estuvieran en el rodaje de Soy Cuba. Regresaron de inmediato a La Habana, directo a la habitación en el hotel Habana Libre donde él y Sammy se encontraron por primera vez con Mijail Kalatozov, acompañado en ese momento por algunos de sus asistentes y por René Portocarrero, quien tuvo a su cargo los diseños en Soy Cuba. Richard recuerda que le pidieron que cantaran algo y lo hicieron: El Rock de la Cárcel –que a mediados de 1960 fuera éxito de ventas de The Teen Tops con el sello Columbia– , Mi oración (My Prayer) y Crazy love (Loco amor). Desde uno de los locales del ICAIC – en un edificio en la calle 23, pero entre 18 y 20- tomarían cada día de esa semana el ómnibus que los llevaría al set de filmación en los estudios Cubanacán. En el filme Los Diablos cantan un inverosímil “Loco amor”, versión cubana de Crazy Love (1958), en la cuerda del slow rock, que era en ese momento, una especie de himno entre los quinceañeros y jóvenes de otras edades que martirizaban cada día y cada noche, los surcos del famoso longplay vulgarmente conocido como “Los 15 de Paul Anka”, de obligada presencia en toda fiesta juvenil que se preciara de serlo.
Según Richard, Los Diablos grabaron con sonido directo durante el rodaje de las escenas del bar. Sin embargo, después Kalatozov decidió enriquecer la interpretación del dúo con un pequeño grupo, que integrarían Chucho Valdés, en el piano; Guillermo Barreto en la batería y Orlando “Cachaíto” López en el contrabajo. Grabaron en el estudio de Prado 210, el antiguo estudio del Canal Escuela de Televisión de Pumarejo y que se estrenaba como estudio de sonido del ICAIC. Y Chucho Valdés recordaría cuán difícil les resultó sincronizar música e imágenes del rodaje, con dos cantantes que se estrenaban en estas lides cinematográficas y musicales. Durante una semana, entre ensayos, filmación y grabaciones, Sammy y Richard estuvieron inmersos en un mundo que desconocían hasta entonces, sin saber que aquella incursión en el cine los instalaría, varias décadas después, en un pedacito de lo mejor del cine en el siglo XX.
Después de Soy Cuba, y durante todo 1963 y parte de 1964 continuaron siendo muy populares; llegaron a presentarse en el mítico bar Las Cañitas del Hotel Habana Libre –según recuerda Richard-, y continuaron en clubes, salas y teatros del país a donde muchos de sus seguidores acudían para disfrutar de sus versiones en español de temas icónicos del rock-and-roll y algunos de autores cubanos. Los hechos ocurren demasiado rápido, pero si intentamos reconstruír aquellos meses de 1963, concluiremos en que Los Diablos –influenciados como estaban por el rock afroamericano y en especial por sus conjuntos vocales armónicos- constituyeron sin proponérselo un antecedente inmediato al surgimiento de un cuarteto vocal que poco después sería inmensamente popular: Los Zafiros, quienes llegan a la cúspide el éxito en 1964.
Los Diablos siguieron con su música en otras partes, hasta que Sammy es convocado al ejército en 1964, en el primer llamado del recién inaugurado Servicio Militar Obligatorio y el dúo llega a su fin. Richard se reinventa, gracias, según él, a que nunca tuvo fronteras en el gusto musical, a pesar de su fiebre rockera. Amigo de Pello el Afrokán, se le une a la célula inicial de la banda del Mozambique, de la que fue cantante fundador; luego, al llamado de Carlos Embale, se incorpora al Septeto Nacional Ignacio Piñeiro como guitarrista , de 1992 a 2003, año en que forma su propia agrupación de música tradicional, el Septeto Antonio Machín, con el que hoy continúa entre sones, boleros y guarachas.
Hasta aquí, habrán podido intuír que en este caluroso verano de 2014 fui tras Los Diablos Melódicos, cincuenta años después de que dejaran en el celuloide el único registro de sus voces e imágenes que se ha conservado. Sammy nunca dejó de cantar, fue el que me pareció que estuvo siempre más “visible” por su permanencia prolongada en la orquesta Ritmo Oriental y también como solista en espectáculos del cabaret Tropicana, diversas formaciones musicales «viajeras» y con la agrupación de música afrocubana de Papo Angarica. Después integró la Charanga All Stars, formación con la que se presentó en escenarios de Estados Unidos y otros países. En los últimos tiempos podía vérsele cantando en la Taberna Benny Moré, en la Plaza Vieja del Centro Histórico habanero. Acaricié la idea de entrevistar juntos a los antiguos Diablos, al tiempo que les proyectaba “Soy Cuba”; me sedujo la posibilidad de presenciar sus reacciones, tantos años después de su transfiguración rockera, y fui tras ellos. Anduve poco, porque casi al iniciar mi búsqueda me paralizó la noticia de que la vida de Félix Pérez Castro “Sammy” había terminado en enero pasado, aquí en La Habana, como consecuencia de complicaciones de la cardiopatía y la diabetes que padecía, agravadas por un cáncer de pulmón. Semanas después tuve la suerte de encontrar a “Richard”, quien con sus increíbles setenta años conserva una memoria de privilegio. Y por él me enteré de todo, o casi todo.
Los honorarios de Los Diablos por su participación en Soy Cuba fueron doscientos pesos, para los dos integrantes. Y aunque junto al Maestro Carlos Fariñas, son los únicos músicos que figuran en los créditos del filme, no fueron invitados a su estreno, que tuvo lugar en la ciudad de Santiago de Cuba. Richard recuerda haberlo visto por primera vez en el cine Radiocentro (hoy Yara). Su reacción al concluír la película no fue positiva. Hoy reconoce que“en aquel momento el cine soviético no se entendía y Soy Cuba, a pesar de ser un exponente del cine de vanguardia, no se entendió en su momento, aun cuando se sabía que Mijaíl Kalatozov era un director muy reputado, con una extraordinaria imaginación y capacidad como director. Fue una tremenda sorpresa comprobar décadas después el destino que le esperaba a “Soy Cuba”, acota Richard.
No hay nada como un día tras otro, como el paso del tiempo. Para todo. Lo mismo para un buen vino, que para sedimentar percepciones que en su día estuvieron violentadas, quizás, por lo circundante, pero también, muy probablemente, porque su día no sería ese, sino otro que vendría, con nuevas miradas, otros modos de apropiación y percepción, y desconocidos estremecimientos. Medio siglo después, descubrir a Sammy y a Richard, Los Diablos Melódicos, saber que hasta aquí, hasta La Habana, llegaron y encontraron eco las voces de Sammy Davis Jr. y Little Richard para plantar bien lejos el reclamo justiciero por el rock que les pertenecía a ellos y a los suyos, me devolvió sin escala a la edad de la inocencia.
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“Richard”, pocos lo saben, es Ignacio Esteban Aymet Castro, nacido en La Habana el 31 de julio de 1943, y sigue viviendo ahí cerquita, en Centro Habana, en la calle San Lázaro. “Sammy” fue Félix Pérez Castro, también habanero, nació el 12 de octubre de 1943. Su muerte ocurrió el 7 de enero de 2014, también en La Habana.
Un agradecimiento especialísimo a “Richard” y a su esposa, sin los cuales, nada o casi nada habríamos sabido de Los Diablos Melódicos, y a los maestros Enrique Pla y Chucho Valdés. También a Humberto Manduley, Iván Giroud, Rosario Moreno, José Galiño, Felicia Castellanos Veitía, Mayelín López Ramírez, por sus inapreciables recuerdos, datos e informaciones, y la generosidad de compartirlos.
FUENTES
- Humberto Manduley López: Parche: Enciclopedia del Rock en Cuba. En proceso de edición.
- Adriana Orejuela Martínez: El Son no se fue de Cuba. Claves para una historia 1959-1973. Editorial Letras Cubanas, 2006.
- Diccionario del Cine de España e Hispanoamérica. Editado por la SGAE. España. 2012.
- Revista Show. Ediciones de 1960 y 1961.
- Revista Cinema. Ediciones de 1962 a 1964
- Conversaciones con Chucho Valdés y Enrique Pla.
- Entrevista vía email a Rosarito Moreno.
- Entrevista a Ignacio Esteban Aymet “Richard”
© 2014. Rosa Marquetti Torres
10 Comentarios
humberto
excelente, como siempre .. gracias rosa por rescatar todos esos momentos y figuras de algún tiempo de la música que se ha hecho en cuba … tenía datos sueltos sobre ellos, pero ahora todo está mucho más amplio .. gracias una vez más.
raúlciro
Rosa, amiga, qué lindo lo que cuentas y como lo desglosas, sí. Oye, ¿sabes cómo y cuándo oí hablar (qué vergüenza) sobre esta bellísima película? A inicios del 2000, o a mediados, no sé, pero fue en Radio 3 (Radio Nacional España). Qué fuerte, ¿no? No tenía ni idea de ello, pero por la fascinación de alguien que había hecho un documental relativo (titulado aproximadamente, “Un mamut siberiano”), o algo que yo sencillamente malentendí… y mezclé, me puse a buscar y en un principio me descargué de la red una copia. Como cuando “descubrí a” Val del Omar o al Conde de Benalúa… y sus locuras de tranvías a la Sierra Nevada de Granada (como casi siempre), la sumí como “estandarte de mi rara cruzada; algo mío”. Una vez que entendí cómo se filmó todo y por qué, hasta las razones que les impulsaron (“a los bolos”) a dejar todo el instrumental que se usó de ellos en la producción (y que estos han sido en gran medida y años, muchos, la base del instituto…. de muchas de sus producciones), más me impresionó y me ilusiona cada uno de sus visionados… No entiendo cómo, con el enganche que tenía Enrisco, por ejemplo, con “PM”, como que, cuando yo le hablaba de esta maravilla “Soy Cuba”, algo se jorobaba… Claro es la Cuba (perdida) vista desde la perspectiva del usurpador, sí, pero quién no lo es desde aquel año de rostros sin rasurar y otros santos patrios…
En fin, quería contarte, que el otro día vi (y siento si no estuve atento, pero nadie me ha hablado de ella antes, creo) “Una noche”. UK. USA. Cuba. 2012 (Lucy Mulloy) y sin profundizar en ellas y sus encantos… (su desenlace fuera de metraje), en lo primero que pensé fue en “Soy Cuba” y sus atributos benditos. Luego he tenido que reprimirme enviar los dos folios que había redactado y borré (a falta de contactos y cierta pérdida de fé) No sé, es una pena que yo no haya sido de los amigos que les aconsejaron; habría sido otra cosa (que es, claro que lo es, una bella película-. De encuadres y una fotografía entrañables, pero que no cuaja, para mí no cuaja… la fábula). Tengo, a pesar de mi notable indocumentación en estos y otros asuntos, ciertas ideas claras, conceptos. Sí, habría estado bien, pero sólo en mis sueños y ciertamente, ya se me ha pasado el arroz, el tren a Hershey…
Oye, perdona, sólo quería descargar un rato, luego de haberte leído (y puede que no sea el sitio adecuado) Otro abrazo.
ismael
EXTRAODINARIO Y SENCILLAMENTE FACINANTE, LO COMPARTO CON TU VENIA Y PARA DISFRUTE DE UN GRUPO DE AMIGOS REALIZADORES, EN ESTOS DIAS ANDO HACIENDO UN MONOGRAFICO SOBRE PLANOS SECUENCIA Y LA IDENTIDAD COMO RELIZADOR, Y PARA BIEN, AUNQUE NO ES CASO, PERO SI EL EJ DEL TEMA COMO UNA GRAN PIEZA GRACIAS NUEVAMENTE.
Rosa Marquetti Torres
Muchas gracias, Ismael. Me alegro mucho que te haya resultado util.
Claudia
Excelente articulo. aporta muchos datos para mi investigación sobre la musica cubana. Yo soy argentina. Gracias por los contenidos .
Roberto Garcia
Ese video de «Loco amor » por Los Diablos ( Sammy & Richard ) del filme ruso «Soy Cuba» , no me canso de verlo. Que interpretación ! Que pena que no hay nada más grabado por ellos . Gracias Rosa Marquetti por recordarlo. Muy interesante como siempre .
Rosa Marquetti Torres
Muchas gracias, Roberto, por opinar. Ciertamente, las grabaciones que hicieron los Diablos Melódicos desaparecieron, como narro en el artículo, según testimonio de Richard. Es una pena que en la ficha del filme SOY CUBA, Wikipedia identifique erróneamente a Los Zafiros en lugar de Los DIablos Melódicos. No sé cómo avisarles para que lo arreglen.
Loreto
Rosa en aquellos años habian dos grupos q hacian rock y twit amenizaban las descargas q se realizaban en barrios habaneros ,Cayo Hueso ,Sitios,Jesus Marias,San Leopoldo ,Luyano,Sto , Suarez,Atares .Nombres de los grupos «Los Satelites » «Los Vampiros» y otro que no recuedo bien su nombre Yo naci el año 45 .Un abrazo
David Mitrani
Bien escrito, más que recuerdo, un lienzo. Felicidades Rosa, aunque, luego de haber braceado tanto en la red, haya tardado 8 años en llegar.
Rosa Marquetti Torres
Muchas gracias, David. Es usted bienvenido a la comunidad que sigue Desmemoriados. Nunca es tarde… Dígamelo a mí!!!